martes, 9 de febrero de 2010

La primera en la frente

No me ha costado mucho encontrar la primera idea para el blog. La noticia estrella de Francia para mañana es la consolidación de la propuesta para el contrato de integración francés.

Allí Sarko le ha dado otro nombre, claro. Pero la base es obviamente la misma. Discutir sobre su contenido es en cierto modo distraer la atención sobre el fondo del tema. ¿Por qué hay que proponer estos contratos filtro? ¿Qué aportan que no esté ya en la legislación? ¿Y si hace falta por qué no cambiar la constitución en vez de generar un elemento simbólico nuevo?

Porque lo que importa es el símbolo. Habrá que firmar un contrato para demostrar que uno abandona su errada existencia anterior y se introduce en la civilización. Firma la renuncia de lo que era para poder ser FRANCÉS (o español o catalanoibérico puestos al caso). Los romanos ya inventaron algo parecido, por cierto. No se vaya a creer el presidente francés que tiene la patente.

El contrato es la demostración ante los inquietos europeos de pura cepa, de que aquí no cuela todo el mundo sino quienes acepten que la identidad buena es la de los de aquí. No vaya a ser que al nacionalizarse la gente siga teniendo algo del país y la cultura donde nació.

El tema es más complejo sin duda, pero la carga simbólica es incuestionable. Sobre todo porque el argumento se podría aplicar a la inversa. Aquel que no cumpla con los principios constitucionales, debería perder la nacionalidad sea esta congénita o adquirida.

¿Imaginan la limpieza de corrupción que haríamos en España? Cada cargo público corrupto, cada empresario explotador, cada maltratador, cada persona que fuese declarada culpable de discriminación podría ser desnacionalizada. Un funcionario podría romperle en sus narices el pasaporte y el DNI, como ceremonia antónima a la de firma. Y en vez de cantar el himno nacional se procedería al abucheo general. Creo que en algunos casos, esta propuesta ganaría enteros en las intenciones de voto. Quiero pensar que hay mucha más gente indignada con la corrupción y los abusos de todo tipo que con la pureza cultural de la "raza europea".

Si Sarko acepta esta propuesta, yo acepto su contrato de integración.

5 comentarios:

  1. Quizá deberíamos ir superando ese concepto de nación que "imprime carácter", que al fin y al cabo es como reducir el universo a una constelación...

    Un saludo.

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  2. Ofú, con lo que me cuesta a mí ser español, sevillano, onubense o similares... me dan picores cuando se envuelven en la bandera... Está claro que debe ser difícil ser ciudadano del mundo, porque entonces cargas en la mochila más dudas que certidumbres. Y el pegamento de las sociedades está en grandes -y grandilocuentes- verdades.

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  3. Sí pero tampoco estamos en el momento de pensar en una sola nación mundial para los 6.000.000.000 de habitantes. Y por otro lado creo que los estados son necesarios.

    Que el mundo está dividido aún en regiones distintas es indiscutible. Igualmente es obvio que al menos en lo formal cada estados reconocen distintos valores como propios.

    Por ejemplo, en España el tema de los derechos de LGTB es un caso reciente y claro. Por cierto, en un contrato de integración esto debería estar incluido, así que podríamos dejar fuera a alguien de Irlanda, Italia o el Estado Vaticano.

    No tengo problema en que un estado con un grado razonable de consenso ciudadano propicie que todos los que vivan en él acepten unos valores mínimos comunes y basados en los DD.HH. (mientras no inventemos otra cosa son la referencia menos polémica que hemos sido capaces de montar). El problema es pasar de ahí a la prueba del algodón para acceder a la residencia o la ciudadanía.

    Si queremos trabajar sobre valores, será por la educación y la cultura. Todo lo demás se queda en imagen con segundas intenciones.

    Por cierto que tiene gracia, la misma Francia que echó para atrás la pseudo constitución europea es la que pide la prueba del algodón cultural. ¿Casualidad o resistencias al cambio de identidades?

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  4. Yo no creo que valgan para nada estos "contratos", acaban generando o terror o hipocresía, pero estoy de acuerdo en que si se aplican, se apliquen a todos los habitantes, no sólo a los recién llegados, de los que se sospecha siempre algo.

    La Primera República Francesa, tras la Revolución, hizo jurar los valores patrios a todos los ciudadanos, para desenmascarar a los sospechosos de no cumplirlos, algunos juraron en falso para salir del paso (hipocresía), pero tuvieron problemas con otros, franceses de pura cepa, que se negaron a jurar entre los que destacaban muchos nobles y clérigos católicos, y la solución que dieron fue guillotinarlos (terror)

    Respecto a la segunda idea: si pretendiéramos aplicar de nuevo la pena de destierro en España, para librarnos de la corrupción a gran escala y de la picaresca menuda (¡menuda picaresca!)que, quien más, quien menos, ejerce donde puede: fraude fiscal, absentismo laboral, chuletas en los exámenes, compra-venta de falsificaciones, descargas ilegales de internet... ¡la "piel de toro" se nos queda vacía, hombre! si eso forma parte del carácter nacional

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  5. Sobre lo último que decía Lucas, recuerdo una conferencia a la que asistí este otoño.

    La daba un imám muy interesante para un público totalmente musulmán con la excepción de un amigo y yo. El tipo estuvo hablando una hora de la posibilidad del Islam para desarrollarse en países plurales y de absoluta libertad religiosa.

    Cuando acabó, un tipo bastante indignado afirmó que no podía vivir como musulmán en un país que había legalizado la homsexualidad y que sus hijos se educaban en un ambiente cultural contrario al islam.

    El imam con toda la tranquilidad le dijo. "¿De verdad crees que no puedes ser buen musulmán aquí? Pues si crees eso en el fondo de tu corazón, entonces vete".

    El tipo contestó otra vez muy mosqueado y el imam, todavía más tranquilo, explicó que en su criterio no había ningún país verdaderamente musulmán sobre la tierra. Hasta los Emiratos Árabes poseen bancos que tienen la base de su negocio en la usura y la expeculación contrarias al verdadero sentido de la economía en el Islam. Así que concluía el imam que un buen musulmán estaba obligado a vivir asumiendo que su entorno era diverso y que no siempre se compartía el 100% de los valores del resto de la gente.

    Pues sí, como nos pongamos puristas nos quedamos solos.

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