martes, 2 de marzo de 2010

Una frontera a la Diversidad



"Esta ciudad celeste, durante el tiempo de su destierro en este mundo, convoca a ciudadanos de todas las razas y lenguas, reclutando con ellos una sociedad en el exilio, sin preocuparse de su diversidad de costumbres, leyes o estructuras que ellos tengan para conquistar o mantener la paz terrena. Más aún, conserva y favorece todo aquello que, diverso en los diferentes países, se ordena al único y común fin de la paz en la tierra. Sólo pone una condición: que no se ponga obstáculos a la religión por la que –según la enseñanza recibida– debe ser honrado el único y supremo Dios verdadero."

Fragmento de La Ciudad de Dios.
San Agustín de Hipona.
Cca 430 dC.

La preocupación por cómo crear espacios posibles de convivencia sin renunciar a la diversidad no es nueva. Es mejor recordarlo de vez en cuando, no sea que con tanto palabro y tanto escribir nos vayamos a pensar que estamos en una situación inédita.

San Agustín puso los límites en el monoteísmo cristiano. Hoy casi nadie parece defender esto (ojo, casi nadie). Pero también debemos plantearnos qué limites le ponemos a la diversidad. Los ataques más peligrosos que recibe la defensa de una sociedad pluralista vienen precisamente por ahí. Así lo han hecho autores consagrados por la sociología como Giovanni Sartori.

Por tanto, necesitamos no sólo defender la diversidad. Si no generar el marco de referencia y normativo para que pueda desarrollarse. Lo contrario es caer en lo que un amigo defensor de los Derechos Humanos llamaba el "buenismo revolucionario".

Una respuesta habitual es mencionar la Carta de los Derechos Humanos y la Constitución Española como los límites a esa convivencia. Obviamente pueden ser parte de la respuesta, pero no podemos quedarnos así. Uno y otro texto nacieron en un momento dado y hoy día tienen serias lagunas. El mundo y España han cambiado enormemente y más que lo van a hacer en breve, sospecho.

Por aportar alguna idea lanzo lo siguiente. Hay que definir cómo convivir en diversidad en tres planos que me parecen clave.

1.- ¿Qué tratamiento le va a dar el estado a las religiones? Ojo, no a las demás religiones que no sean el Cristianismo Católico. Si no a todas las religiones. El modelo actual (heredado del proceso constitucional por cierto) no se sostiene y cada vez más es claramente discriminatorio. Por otro lado tampoco me gustaría acabar en un laicismo como Francia o Suiza. Decir que la religión debe quedar en el ámbito personal y privado puede significar la imposibilidad de practicar la religión en no pocos casos. Supone esconder la religión dentro de las casas como si fuese un elemento incómodo a la sociedad, no una parte de ella.

2.- ¿Cómo vamos a resucitar la política? Dicho de otro modo, cada vez más se impone el bipartidismo en los estados europeos. Bipartidismo en el que además el margen de maniobra es de matices en muchos casos, especialmente por parte de los restos de la izquierda política. Necesitamos resucitar la política como parte de la vida social. Lo que implica resucitar la diversidad de pensamiento y propuestas para las dificultades que vivimos. La muerte de la diversidad política traerá consigo la muerte de la diversidad social. Si el pensamiento político sólo sigue una dirección, la sociedad consecuentemente hará lo mismo y todo el que no encaje en ese marco quedará excluido cuando no perseguido.

3.- ¿Qué respuesta vamos a dar al desvanecimiento de las fronteras estatales? Las migraciones humanas son uno de los ejemplos. Los estados como piezas de un puzzle internacional que podían diferenciar lo que pasaba dentro de uno de ellos de los demás, están desapareciendo. Existe el estado sí. Pero cada vez menos puede controlar lo que entra y sale de él. A lo más puede controlar y decidir sobre cómo gestionar lo que hay dentro de su ámbito de poder en un momento dado. Sean personas, dinero, mercancías o información. Mientras no inventemos otro modelo mundial, la legislación estatal es la clave del día a día y el marco de referencia del estado se difumina precipitadamente. Puede que tendamos a estados de mayor tamaño como se supone que pasa en la Unión Europea. Pero también puede ser que estemos simplemente diluyendo el estado sin una alternativa clara. ¿Si el estado desaparece quién decidirá?

Aportaciones a estas ideas os pido.

4 comentarios:

  1. Antes de entrar en los 3 planos que se comentaban, me gustaría incidir en una idea que se lanzaba previamente: tanto la Declaración Universal de los Derechos Humanos como la Constitución se hicieron en una momento dado. Es cierto que pueden ser un marco de partida y que en el caso de los Derechos Humanos unos mínimos, pero quién los elaboró, quién los aprobó... Son varias las preguntas las que me he hecho en los últimos años: ¿dónde estaban las mujeres en la redacción de ambos? ¿dónde estaban tantos países y pueblos en la declaración y aprobación de los Derechos Humanos? Es lo que decimos en tantas ocasiones: que hay unos mínimos que todo el mundo debe cumplir, pero ¿para cuándo dejar que los demás participen en la elaboración de esos mínimos?

    En relación a los tres planos, y en concreto al primero, creo que es fundamental el respeto a los demás y la libertad individual. Parece que es muy complicado que cada persona sea libre en este terreno sin molestar a los demás. Pues seguramente como comentabas la solución no es relegarlo a la vida privada, sino afrontarlo entre todos y todas. Posiblemente dejarlo en la vida privada sea lo más fácil, pero por experiencias hemos visto que no lleva a ninguna parte que no sea el radicalismo y los enfrentamientos.

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  2. Interesante este tema de los límites a la diversidad. La verdad es que muchas noches antes de quedarme dormido, pienso en esta y mil cosas más, y trato de divagar buscando una solución (aunque sea utópica). La ventaja en un mundo global con amigos locales, es que a menudo y a pesar de no haberlo hablado jamás parece que te leen la mente.

    Comparto la necesidad de ponerle límites a la diversidad, y la inutilidad del buenismo revolucionario, o en su versión popular el “buen rollito” carente de contenido que nos invade últimamente.

    Mi punto de partida (mucho más cercano que los marcos macro política y académicamente correctos) es el del sentido común que a menudo escasea en nuestro entorno. El sentido común, en este caso, nos habla de la necesidad de encontrar soluciones específicas a situaciones concretas. A pesar de que esto puede parecer alejado del tema de debate y muy obvio, no lo es tanto, si tenemos en cuenta que tratamos de buscar respuestas imitando soluciones que han fracasado (o que no suscitan grandes adhesiones) en países que tomamos como referencias cercanas.

    De esta forma –y ya centrándonos en el tema de debate- tratamos de imitar modelos de gestión de las religiones, de la crisis o de la gestión de fronteras basados en los modelos de los países ideológicamente cercanos al partido que ostenta el poder en lugar de centrarnos en definir nuestras situaciones de una forma participada (segundo elemento que quería introducir).

    Así, mi propuesta inicial, además del sentido común, es tratar de establecer de forma consensuada y participada un debate ciudadano (y quiero que os fijéis que he utilizado esta palabra y no la palabra “político”) que aborde un posible pacto de Estado que aborde las cuestiones que aquí se plantean de forma no partidista que nos de estabilidad en un medio – largo plazo.

    Creo que sería en este momento, cuando podríamos plantearnos abordar los puntos señalados.

    Ya desde mi punto de vista y dentro de ese debate ciudadano, creo que es lícito reconocer el papel de la religión en nuestra historia y en la creación de nuestro pensamiento actual. Reconocer las bases judeo cristianas de nuestra sociedad creo que no es hacer apología de éstas, sino un more reconocimiento a lo evidente.

    Ahora bien, esta evidencia histórica no es óbice para asumir que, en la misma medida que nuestra sociedad está influenciada por varios siglos de sociedad local y unidimensional, los modelos de relación (ciudadana, política etc.) de los próximos siglos, va a estar dominada por la interacción entre diferentes culturas.

    En este punto, puede parecer que esta base me va a permitir hablar de una forma muy simplista de inmigración. Nada más lejos de la realidad. Creo que la inmigración por el contrario, es el árbol que no nos deja ver el bosque.

    La inmigración, como os decía, creo que es la excusa para que parezca que nuestra sociedad está cambiando y que se esté produciendo una “auténtica debacle” que nos encamina, según unos al ateísmo o al islamismo gubernamental, mientras que otros hablan de un Estado neo nacionalcatolicista.

    Nada más lejos de la realidad.

    (sigue en el siguiente post)

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  3. Parece que voluntaria (o involuntariamente) se escapa de este debate el acceso de la sociedad civil organizada y de la ciudadanía de a pié a múltiples ventanas que abren nuestros ojos al mundo, bien sea a través de Internet, de las nuevas formas de tecnología, de chat, redes sociales etc. y que provocan que nuestro marco de socialización esté cambiando a formas radicalmente distintas a la generación anterior.

    Este cambio mucho más profundo que la inmigración en el Estado está provocando que las estructuras que han permanecido inmutables desde 1492 se resquebrajen. Se cuestiona el Estado ya que vemos por la CNN que hay otros modelos diferentes, cuestionamos la religión porque vemos que existen estados que lo gestionan de forma diferente, cuestionamos absolutamente todo, ya que por primera vez en la Historia tenemos acceso inmediato y GRATUITO a miles de datos que hace 15 años resultaban inaccesibles.

    El problema es la respuesta a esta nueva sociedad que se está creando por sí misma y sin control de ningún Estado. Y es que a las nuevas demandas nos responden con los mismos discursos de hace 20 años. Seguimos política e ideológicamente en la dicotomía izquierda – derecha en un mundo multipolar en el que las personas generamos nuestra identidad a partir de nuevos elementos.

    De esta forma, resulta a día de hoy absurdo abrir un debate sobre el tratamiento de las religiones en los términos obsoletos en los que se está dando. No se puede imponer un estado religioso o laico en una realidad que aunque a algunos les duela es politeísta.

    No podemos habla de políticas de fronteras, de estado nación (o política a secas) en un modelo en el cual puedo trabajar en Bilbao, con una conexión a la Red suministrada por una empresa Italiana, mientras trabajo para una empresa de USA que abona mi nómina en un banco francés. Desde esta perspectiva, creo que no debemos plantear esta cuestión en los términos que se plantean en el post inicial, sino que debemos hablar de nuevos marcos de relación trans espaciales (que trascienden a lo fronterizo) que deberán plantearse como una Segunda Declaración de los Derechos Humanos (aunque yo añadiría Derechos políticos y sociales)

    Ahora bien, el quid de este post, a mi juicio, es cómo resucitar la política.

    El hecho, como comentaba antes, de que las soluciones a problemas complejos sean soluciones obsoletas es que el debate político se bloquea distanciando a la ciudadanía de la clase política.

    Creo que una persona que se puede considerar (pongo por caso) conservadora, monárquico, europeísta, católica, abortista limitada y keynesianista (desde un punto de vista católico) … o por el contrario conservadora, carlista, españolista, antiabortista, y liberal. En definitiva personalidades complejas que obtienen la respuesta: tú eres CONSERVADOR. O sea, la respuesta a una identidad política compleja es una respuesta simplista y por extensión es un motivo más de desconfianza del ciudadano hacia una clase política preocupada por simplificar (aún más) el discurso.

    Desde esta posición, es necesaria la creación de nuevas estructuras (bueno siendo realista sería más acertado decir crear estructuras) complejas social y políticamente hablando que nos garantizasen un debate y una negociación social y políticamente plural. Desde esta regeneración podríamos abordar los retos que nos planteamos, no desde las premisas simplistas y localistas actuales.

    Un abrazo

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  4. Que decir que no haya dicho ya Mikel

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